Alexander Shulgin: Si supiéramos lo que puede un cuerpo – A modo de preámbulo
Siguiendo nuestra línea de ofrecer extractos de las colaboraciones incluidas en la edición en castellano de PIHKAL y TIHKAL, a continuación, la aportada por José Carlos Aguirre, filósofo (UNED), periodista y escritor.
Ya se puede reservar la edición española de PIHKAL y TIHKAL en la web de Editorial Manuscritos (entrar aquí). Ver todos los detalles en esta página. De momento sólo está disponible la venta para el territorio español. Próximamente nos pondremos en contacto con los amigos latinoamericanos que se han inscrito a alguno de los grupos Facebook para participar en envíos colectivos a través de encargados de zona.
Aquí puede leerse el contenido completo de la edición en castellano de las obras de los Shulgin. Os recordamos que ya hemos publicado una página sobre el plazo de reserva y las instrucciones detalladas para adquirir PIHKAL y TIHKAL en español (leer aquí), para resolver todas las dudas que nos habéis ido preguntando. Aquí puedes ver nuestro vídeo promocional, y aquí la colaboración de Escohotado y aquí la de Jonathan Ott para los libros de los Shulgin. En esta página podéis leer un extracto de la dedicatoria de Ann Shulgin a todos los lectores hispanohablantes. En esta otra podéis leer la reseña que la Librería Muscaria hizo de Pioneros de la coca y la cocaína, el libro que regalaremos a todos los que hagan la reserva de los libros.
José Carlos Aguirre, como periodista, ha sido redactor en la revista universitaria Generación XXI. Su atención a temas tales como el de la modificación de la conciencia y la relevancia de la imaginación creadora ha cristalizado en ensayos como Psicodelia y cultura enteogénica (Ed. Amargord) o La psique creadora: Magia y virtualidad en la sociedad del espectáculo (Ed.Kairos), en la edición de libros como Visionarios (Ed. Amargord) o Cartografías de la experiencia enteogénica (por sugerencia editorial) y en el blog http://phantastikablog.blogspot.com.es. También es autor del blog de expresión poética http:/lapiedraliquida.blogspot.com.es.
Alexander Shulgin: Si supiéramos lo que puede un cuerpo – A modo de preámbulo
De Alexander Shulgin cabe destacar su generosidad. Consideremos la extensa e intensa investigación que llevó a cabo a la búsqueda de sustancias de efectos psiquedélicos… Más allá del cultivo de su propia vocación, su objetivo no fue interés alguno, ni algún género de ganancia programada, sino brindarnos a los demás el fruto de sus investigaciones. Éstas encontraron su aliento, su causa y su vigor en la riqueza que este químico intuía en los efectos de estas sustancias. Sin dejar de ponderar sus riesgos –Shulgin estaba en las antípodas del típico mesías psiquedélico (o enteogénico)– este químico y farmacólogo «consideraba que, por lo que se refiere a los seres humanos, los psiquedélicos contenían una enorme riqueza». De ahí que dedicara una parte importante de sus esfuerzos a descubrir y clasificar psicoactivos del género visionario o fantástico; lo que le llevó a descubrir nuevos géneros de sustancias, tales como los llamados empatógenos.
Efectivamente, de este químico y farmacólogo destaca su carácter liberal, en el sentido que se daba a esta palabra en el castellano del siglo de Oro y del Renacimiento. Ser liberal suponía ser alguien generoso, receptivo a los demás y abierto de miras.
(…) La riqueza introspectiva y a los estados de conciencia que facilitan las experiencias con psiquedélicos impresionará a Alexander Shulgin. Por eso considerará estas sustancias como auténticos tesoros para el hombre. Desde su punto de vista, los efectos de los psiquedélicos quedarán completamente decantados hacia las posibilidades de la vida anímica en las tomas de conciencia y emergencias de sentido que puedan acontecer. Este será su gran valor. Reconocer esta dimensión introspectiva y de conocimiento dependerá no solo del simple efecto de la sustancia, sino también de la disposición y actitud de quien la toma; es decir, de aquello a lo que queramos o podamos atender. Lo dicho nos pone en la pista de la complejidad de los efectos de estas sustancias. Una complejidad difícilmente objetivable o reducible a criterios puramente fenoménicos o de alteración sensorial.
El hecho de que estos efectos no sean objetivables no quiere decir que no se pueda hablar de los mismos ni que estos sean no sean objeto de reflexión racional. Shulgin, científico y psiconauta, se acercará a los mismos atendiendo y privilegiando la experiencia personal. Los psiquedélicos ampliarían la conciencia que tenemos de nosotros mismos. Nos arrojarían a nuestros infiernos y, también, nos revelarían experiencias religiosas y espirituales, servirían un espacio para el autoconocimiento, permitirían un determinado acercamiento a lo inconsciente y a lo numinoso… Tal sería la experiencia psicodélica o psiquedélica, y la expansión de la psique que induce. Las posibilidades del alma y sus potencias introspectivas estarán a la base de esta expansión. La misma cristalizará y fructificará en esas tomas de conciencia de asuntos de los que generalmente no somos conscientes en el estado ordinario de conciencia. De ahí que, para Shulgin, la riqueza de estas experiencias consista en hacer conscientes y facilitar posibilidades de vida que en otro caso quedarían inéditas.
Shulgin recurre a la idea de inconsciente, una idea de enorme influencia en el ámbito de la cultura, desatendida, al día de hoy, por la psicología dominante en la Academia y que ahora parece volver, con matices, de la mano de la neurociencia. Lo hace con la finalidad de entender, comprender e interpretar estas experiencias desde una perspectiva estrictamente vivencial y existencial.
(…) Así las cosas, a nadie debería sorprender que el autor del PIHKAL y el TIHKAL, de un modo expreso, desestime que la mera ingesta sea la que pueda inducir tales cambios. Desde su punto de vista no se trataría de un mero asunto de balances bioquímicos al modo en que estimaría la llamada «psiquiatría basada en la evidencia». Entiende que esa noción de evidencia farmacológica –basada en balances bioquímicos– no satisface el rigor y la complejidad exigible a la investigación de los psiquedélicos. En sus propias palabras, «el polvo obtenido de una planta o un polvo blanco de laboratorio no consiguen cambios fantásticos en nadie». De esta manera, Shulgin se distancia de los tópicos dominantes en la psiquiatría y la psicología biologicista, pero también de los típicos mesianismos lisérgicos o enteogénicos. Para Shulgin, los beneficios de las sustancias psiquedélicas no se reducirán en ningún caso a la mera ingesta. Desde su punto de vista habrá que trabajárselo tanto durante la experiencia como después de la misma: «¿Qué quiero decir cuando hablo del potencial de aprender? Se trata de una posibilidad no de una certeza. Puedo aprender pero no estoy obligado a hacerlo; puedo conseguir nuevas ideas sobre posibles procedimientos para mejorar mi calidad de vida pero sólo gracias a mi propio esfuerzo llegarán los cambios deseados».
(…) Ya me he referido a la importancia de la idea de inconsciente en Shulgin. Lo dicho sobre este tema anteriormente quedaría incompleto si no ponderáramos cómo Shulgin entiende lo inconsciente íntimamente ligado a la biología y al cuerpo. No postula una ideología de lo inconsciente. Utiliza ciertos referentes junguianos a la hora de entender vivencialmente este concepto pero, en todo caso, estos no serán nada sin atender a su correlato fisiológico. Por eso, los posibles beneficios del uso de estas sustancias quedarán referidos a la fisiología y la química corporal. Lo que le llevará a entender los psicodélicos como llaves químicas. Leyendo a Alexander Shulgin no puede dejar de resonarme la famosa sentencia del filósofo Baruch Spinoza: «Si supiéramos lo que puede un cuerpo…».
En resumen, y recapitulando, Shulgin modifica moléculas e investiga sus posibles efectos psicofísicos. Se detiene en el examen de variables mensurables a través de una observación tecnológicamente mediada, es decir, aplica con rigor el método científico. Como científico su trabajo es extremadamente escrupuloso, ahora bien, sabe moverse en otros territorios distintos al del método científico al ponderar la observación y la atención a la propia experiencia. A la hora de investigarla aplicará un método de corte fenomenológico y de base hermenéutica. De lo que se tratará es de indagar en la experiencia humana y de esbozar figuras de comprensión de la misma –ahí es donde apela al pensamiento junguiano– que abran vías a una mayor conciencia de la propia capacidad de vida y de lo que la lastra. Como podemos observar, el método científico responde al qué de los fenómenos naturales y, en tanto que fenómenos, trata de explicarlos. El método hermenéutico trata de comprender vital y existencialmente lo humano dotando al hombre de diversos recursos y metáforas teóricas. En el primero la atención quedará referida a una observación mediada tecnológicamente, y a esto precisamente responderá su carácter experimental. En el segundo, de corte experiencial, la observación y la atención se dirigirá hacia la propia esfera de experiencia en tanto vida que se brinda y que trata de concebirse a sí misma a partir de su propia plenitud.
El PIHKAL y el TIHKAL son el perfecto ejemplo de lo dicho. Junto a la más rigurosa investigación científica encontramos la descripción de la experiencia psiquedélica.
(…) Sus experiencias no cumplen la metodología del doble ciego ni responden a los protocolos de la psicología experimental –aunque no por ello negará su propio ámbito-. En esto Shulgin será firme y claro. Su rigor científico lo guardará para el ámbito más propio del método científico: el del conocimiento de los fenómenos naturales, mensurables y medibles, desde una observación tecnológicamente mediada. En lo referente a las experiencias personales no tratará de objetivarlas por lo ineficaz y quimérico de tal método. Lo que intentará será registrar los procesos anímicos que sirven estas sustancias para investigar e indagar en su efecto y en los beneficios que pueden llegar a brindarnos. En sus propias palabras, «El asunto de los estudios ciegos, especialmente los de doble ciego, no tiene ninguna relevancia y, en mi opinión, rozan la inmoralidad en nuestro ámbito de investigación. Las razones para diseñar un estudio «ciego» consisten en protegerse del posible sesgo subjetivo por parte del sujeto pero la objetividad no es posible en esta clase de investigación». La objetividad es sencillamente un horizonte inapropiado, por ser éste un concepto que, en principio, no aporta nada inmediato cuando de lo que se trata es de atender a cómo cada cual vive su experiencia y se «hace» en ella. Además no está de menos recordar que la objetividad en relación a los fenómenos, científicamente y epistemológicamente hablando, encuentra su base en la formalización del objeto de conocimiento desde los protocolos analíticos y reductivos que constituyen el método científico. Dicho de otro modo, considerar la objetividad como la «realidad y la verdad tal cual es» no pasará de ser un enunciado de barra de bar o un tótem de masas que, ni siquiera, alcanza la condición de ideología por mucho que retrate una mentalidad ampliamente difundida.
Por otro lado, Shulgin objetará criterios éticos respecto de los estudios a doble ciego, ya que no sería éticamente de recibo dar una sustancia a dos grupos –en realidad a uno de ellos– sin que se supiera con claridad que la sustancia ingerida va a suscitarles un estado modificado de conciencia. En sus propias palabras, «el sujeto podría llegar a tener un estado modificado de consciencia, y considero totalmente inadecuada la idea de no advertirle previamente de esta posibilidad».
Como podemos constatar, el legado de Alexander Shulgin es poderoso. Su investigación es ejemplar. Su programa de investigación esboza y apunta a ese paradigma de complejidad que exige el estudio riguroso de los fármacos psiquedélicos. No olvidemos que el gran lastre en la investigación de los efectos de estas sustancias es, precisamente, no ser capaz de dar razón de esa complejidad que exige de diversos enfoques. Con seguridad, estamos ante una referencia de excepción para la investigación de este género de sustancias.