La Ruta del Bakalao – Shulgin en España
"La Ruta del Bakalao" – Extracto del capítulo 9 de la primera parte de TIHKAL
Página principal: PIHKAL y TIHKAL, de Shulgin, por fin en español
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Recibí una invitación provisional de un encantador filósofo, experto en drogas y escritor llamado Antonio Escohotado, para dar clase en los Cursos de Verano de El Escorial, cerca de Madrid, en 1993 (…) Pero eso no fue todo. Recibí una carta de un bufete de abogados español preguntándome mi opinión, por escrito, sobre el grado de daño que puede conllevar el consumo de MDMA. Bueno, este tipo de preguntas es bastante común, así que contesté con una carta en la que afirmaba que la MDMA es una de las drogas más seguras que conozco (…)
Os recordamos que ya hemos publicado una página sobre el plazo de reserva y las instrucciones detalladas para adquirir PIHKAL y TIHKAL en español (leer aquí), para resolver todas las dudas que nos habéis ido preguntando. Aquí puedes ver nuestro vídeo promocional, y aquí la colaboración de Escohotado y aquí la de Jonathan Ott para los libros de los Shulgin. En esta página podéis leer un extracto de la dedicatoria de Ann Shulgin a todos los lectores hispanohablantes. En esta otra podéis leer la reseña que la Librería Muscaria hizo de Pioneros de la coca y la cocaína, el libro que regalaremos a todos los que hagan la reserva de los libros.
Continúa el artículo:
Unas semanas después llegó una invitación formal que me enviaba Antonio. La conferencia tendría lugar el próximo verano en la ciudad de El Escorial, e iba a tratar sobre el tema de la desobediencia civil, la contracultura y la farmacología utópica (…) Yo no esperaba que el gobierno destinara fondos a cursos educativos que incluían temas como éstos. Antonio figuraba como organizador. También estarían Jonathan Ott, Thomas Szasz y Albert Hofmann. La estructura de estos cursos de verano es notable, y podría servir a otras comunidades como un modelo para el uso de los fondos destinados a la educación (…) Al volver, decidí que lo lógico sería comenzar a estudiar seriamente el idioma para mi próximo viaje a Barcelona, en caso de que realmente se produjera en 1994. En ese momento descubrí que el idioma que se habla en Barcelona (y a lo largo de la Costa Brava, desde los Pirineos hasta Valencia, y en las Islas Baleares) es el catalán (…) Así que comencé a tomar clases de catalán, idioma que me pareció muy bello (…)
Las obras de Shulgin, por fin en español
Recibí un fax del bufete de abogados de Madrid comunicándome que querían que acudiera a esa ciudad durante un día o dos para prestar testimonio en un caso relacionado con la MDMA (…) De nuevo viajaba a España (…) En mis conversaciones con los abogados del caso de la MDMA, me informaron sobre el fenómeno de las raves españolas. Comienzan los viernes por la tarde, en Madrid, y se dirigen a la ciudad costera más cercana, que es Valencia, situada al este. Los grupos se detienen en bares y sitios de baile a lo largo del camino, para consumir pastillas y comprar agua a cinco dólares la botella. La fiesta puede no llegar hasta Valencia, sino volver a Madrid el domingo por la noche o incluso el lunes por la mañana (…) La prensa presentaba la situación de una forma completamente negativa, diciendo que la MDMA está corrompiendo a la juventud.
En realidad, no se había determinado qué drogas estaban implicadas. Me informaron de que había mucho speed, y seguramente alcohol y cannabis. Pero la palabra más llamativa y que vende más titulares es “éxtasis”, y a esta sustancia se le echaba la culpa de los problemas. Y allí fui yo, para defender ante tres magistrados (que seguramente leen periódicos) que la MDMA no es una droga “muy peligrosa” desde el punto de vista sanitario. Los acusados se enfrentarían a penas de unos diez años de prisión por las pastillas que vendieron si éstas contenían una droga oficialmente considerada “muy peligrosa” (como la cocaína, la heroína o la LSD), y unos tres años si la droga no se consideraba “muy peligrosa” (como la marihuana y el hachís). Con toda la publicidad negativa sobre la MDMA y la Ruta del Bakalao, era un momento poco propicio para la celebración este juicio (…)
A la pregunta “¿produce la adicción a la cocaína daños permanentes?”, contesté honestamente que, excepto la posible erosión de la mucosa nasal, había pocas consecuencias a largo plazo (…) Durante la fase de adicción a la cocaína o la heroína, hay un gran deterioro de los patrones de conducta que viene dictado por la búsqueda compulsiva de una fuente continua de droga. Nada de esto puede verse en el caso de la MDMA, ya que no existe adicción (…) Se me preguntó si la MDMA debería estar en la categoría de drogas controladas más peligrosas. Mi respuesta fue que por supuesto que no. Se me preguntó si la MDMA tenía algún valor intrínseco. Contesté que sí, que estaba bien demostrado, y que hay pruebas clínicas realizadas en varios países. A la pregunta de si es letal, contesté que unos cinco millones de personas han consumido MDMA en Inglaterra y sólo se ha informado de cinco muertes. Por eso concluía que la MDMA es una de las drogas más seguras entre todas las conocidas (…)
Pero lo mejor llegaría al final. El fiscal volvió a la carga con un recurso que obviamente se había estado reservando. Anunció que acababa de recibir la publicación más reciente y actualizada sobre la MDMA, procedente del Ministerio de Sanidad español y proporcionada por la UNESCO. Me preguntó si yo la conocía. Dio unos cuantos papeles al alguacil para que se los entregara al traductor. Éste los miró y comenzó a traducir al español la primera línea: “MDMA, metilin-dioxi-metanfetamina…”. “No”, dijo el fiscal, “traduzca el título de la publicación”. “Pihkal”, dijo el traductor. “¿Conoce usted este material de referencia?”, me preguntó el fiscal. “Sí, lo hemos escrito mi mujer y yo”, contesté. “¿Usted es el autor?”, preguntó. “Sí”, contesté.
Vi una fugaz sonrisa en la cara del juez, y en menos de veinte minutos ya me encontraba, junto con todos los testigos y abogados (al menos los de nuestro bando), cruzando la calle, desde el edificio del juzgado, hasta un lugar de tapas llamado “Río Frío”, para disfrutar de un vaso de vino tinto. Seis meses después recibí una llamada de un amigo de Madrid que me informó, con evidente placer, que mi cara había salido en todos los periódicos y en televisión porque la MDMA había sido oficialmente clasificada como una droga sólo ligeramente peligrosa. Habíamos ganado.